Y así la despide su mami, la misma persona que cuida de Alzes y de tantos otros, que cuida de nosotras también. Su dolor es el nuestro:
[I]Hoy mi pequeña, dulce, silenciosa Xina dejó de estar visible en casa,
no la puedo ver, no la puedo tocar, no puedo oir su voz, su dulce voz…
pero sigue aquí, la presiento en el respaldo de su butaca favorita, en
su cestita, la veo caminando por el pasillo, con su andar elegante,
silencioso, mágico… mi pequeña, siempre tan delicada, desde que llegó
a casa con solo diez días, una patita rota y una rinotraqueitis
brutal… mi pequeña, que nunca se quejaba, no protestaba por nada, la
mejor para medicarse, la que dormia toda la noche en el mismo lugar a
los pies de la cama quietecita, la que solo sacaba el “genio” para poner
orden entre sus hermanitas cuando se ponian brutas, mi gatita delicada,
que cuando algo la alteraba se ponía malita, le subía la fiebre, le daba
diarrea, la que siempre acepto nuevos compañeros sin un bufido, mi
negrita linda, ya no te puedo tocar… se me parte el corazón.
Te recuerdo, pequeñita, 250 gramos de gatita, mocosina, no comias,
tomaste bibierón hasta los tres meses… todavía ahora te ponias en la
encimera para que te diese latita con la mano, Xina linda, que me traias
tu juguete como un perrito para que te lo tirase una y otra vez…
Compañera inseparable de Isis, que te busca por la casa, que te llama
con ese sonido que teníais para comunicaros entre vosotras…
Siempre estuviste delicada, de vez en cuando me dabas algún susto… no
te podía vacunar, no te podía medicar, llevaste tanta medicación en los
tres primeros meses de tu vida, que creo ya no podías con más.
Me regalaste cuatro años y medio de presencia.
¡¡Gracias por todo mi pequeña, gracias por permitirme tenerte, cuidarte,
quererte!!
Seguiras siendo mi Xina linda, mientras mi corazón tenga latido.
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